El día que los jóvenes cubanos volcaron un coche de la policía – Translate Cuba

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Foto icónica tomada en la ángulo de Toyo, La Habana el 11 de julio.

14ymedium más grande14ymedio, Yoani Sánchez, La Habana, 20 de julio de 2021 – En chanclas y sin camisa, Yander corrió por la calle Galiano para unirse a la multitud que gritaba «¡Autogobierno!» que acababa de advenir por su puerta. En su prisa, se olvidó de la máscara obligatoria. La religiosa de este habanero de 35 abriles lo alcanzó sin aliento. «Mi’jo, ¡Dejaste tu máscara! » dijo, y le entregó un trozo de tela negra. Ella no lo ha trillado desde entonces.

Ese domingo 11 de julio Cuba se encendió con protestas espontáneas en varias ciudades. La mecha, encendida en San Antonio de los Baños, se extendió rápidamente por toda la hacienda. Miles de personas se han sumergido en las inundaciones, sin rumbo fijo con destino a las plazas más cercanas.

A pocos metros del Capitolio, sede del dócil Parlamento cubano, Agustín, de 28 abriles, estaba en su arnés de ruedas, ofreciendo a la saldo anteojos y audífonos a los pocos transeúntes que se atrevían a caminar al sol de la tarde, y cuando vio «la chicos que vinieron como un torbellino «. Le pidió a uno de ellos que lo acompañara, y su discapacidad lo salvó del arresto, pero no lo salvó de ser baleado por un policía que lo dejó con el auxilio morado.

El coro compacto, que repitió «¡Nación y vida!» y «¡Debajo el comunismo!» sofocó palabras ancladas en el pasado cuando el partido gobernador cubano impuso sus consignas

Cuando llegaron las tropas de asalto para detener la revuelta, una anciana se asomó por la ventana gritando gusanos!* [worms] a los manifestantes. Tan pronto como oyó. El coro compacto, que repitió «¡Nación y vida!» y «¡Debajo el comunismo!» sofocó esas palabras ancladas en un pasado en el que el gobernador cubano imponía sus consignas. La mayoría eran jóvenes. En la ángulo de Toyo, en el centro de la ciudad, parados en un patrullero ondeando una bandera ensangrentada, tratando de rescatar a un amigo secuestrado por la Policía, parados con el puño en detención frente a la policía antidisturbios, demostraron que no tienen miedo.

Inclinándose sobre el galería, Mireya vio el tumulto que descendía por su calle, el arteria de San Rafael. Le acababa de patalear a su vecino que la estaría esperando a las cinco de la mañana en La Época. Es una tienda cercana, que solo acepta pagos en moneda extranjera, que ofrece muchos de los productos que faltan desde hace meses en las tiendas que aceptan pesos cubanos. Ambas mujeres se dedican a comprar y revender mercancías en el mercado bruno. Pero esa reunión para juntar paquetes de frijoles, comida enlatada, poco de pinrel y cerveza nunca sucedió. El lunes, la vecina se despertó en una celda y Mireya estaba buscando a su hija Karla, de 16 abriles, exterior de una comisaría.

«Mi novia es beocio de vida y solo caldo a hacer un video con su celular, vi como la policía se la llevaba a la fuerza», solloza. Ella es una de los miles de desaparecidos del día.

En Santiago de Cuba, en la lejana población de Palma Soriano, Severino se puso ronco de gritos. “Los cuatro de mi grupo salimos pero solo volvieron dos, los demás no saben dónde están y no nos dicen nadie”, explica. «Ni siquiera lo pensamos, ese día lo único que tenía en el estómago era una taza de café … pero por propósito de ese café, me sentí como si me hubiera comido una pierna de repugnante». Retirado con la pensión mínima (unos 20 euros al mes), Severino se ríe cuando audición los rumores oficiales de que el «imperialismo» le ha pagado para salir a la calle.

«Perdí mi billetera y un zapato, pero valió la pena», dice un mancebo egresado de peculio de San Antonio de los Baños que fue uno de los primeros en protestar en una ciudad donde «cuando por fin aparece poco para cocinar, entonces hay Sin electricidad. » Fue precisamente en ese municipio de la provincia de Artemisa donde estalló la chispa que luego encendió las almas en casi toda la isla. San Antonio es conocido por tener la Escuela Internacional de Cine y Televisión y el Festival Bienal de Humor. “Solíamos ser la ciudad del humor, ahora somos la ciudad del honor”.

«Mi religiosa no quiso venir conmigo porque tenía miedo y ahora se arrepiente de no acontecer vivido ese día histórico aquí mismo, anejo a los demás».

“Mi mamá no quiso venir conmigo porque tenía miedo y ahora se arrepiente de no acontecer vivido ese día histórico aquí mismo, anejo a los demás”, presume la mancebo. Su historia se ve continuamente interrumpida por una tos sequía preocupante. El país vive el peor repunte de la pandemia, pero las cifras alarmantes del Covid-19 no han impedido que la familia se reencuentre, quizás porque «este fallecer cada día, con angustia y miseria, es peor que el coronavirus».

En Sancti Spíritus, Mercedes (38) pasó el domingo pegada a la pantalla de su teléfono móvil, devorando los videos que salieron de las protestas en otras provincias. Entre varios vecinos recaudaron suficiente pasta para comprar una recarga que les permitiría estar más tiempo conectados y no perderse ningún detalle. «Por la indeterminación, la única luz estaba en la pantalla, porque estábamos apagados».

A la mañana próximo, su patriarca la convoca temprano a la oficina estatal donde pasa sus horas entre la apatía y el deseo de retornar a casa. «Debemos defender las calles de los contrarrevolucionarios y cada trabajador debe comprometerse públicamente a defender a nuestro Partido Comunista y contra esos mercenarios que quieren quitarnos nuestro país», dijo. Mercedes estaba atónita. Esa misma tarde decidió dejar su trabajo. “Incluso si permanecemos ingrávidos en esta grupo, nadie pondrá un palo en mi mano para romper la inicio del hijo de un vecino. No pueden contar conmigo «, dice Mercedes.

Estos episodios se están repitiendo en todas las empresas y oficinas estatales del país. El empleado de una editorial oficial dice que fueron trasladados a una finca del Sindicato de Jóvenes Comunistas para cortar ramas y hacer palos «para que los trabajadores se defiendan de las provocaciones de los mercenarios». Muchos dicen en privado que no tienen la intención de atizar a nadie. Adicionalmente de perder sus puestos de trabajo, algunos de los que se negaron a participar en las acciones contra los manifestantes sufrieron «actos de repudio», una especie de violencia y humillación. rasga – una vergüenza pública – por parte de sus colegas.

El timbre del teléfono sorprende a Leidy Laura, que está amamantando a su bebé. En el otro extremo de la camino, su hermana, que vive en Miami, le dice que desde el domingo siguen minuto a minuto los noticieros que celebran la posible caída del castrismo.

«Aquí está militarizado, las calles llenas de policías y hombres armados con piedras y bates de béisbol», respondió preocupada. Lleva “tres días” sin salir de su casa de Camagüey por temor a subsistir atrapada “en uno de los talanqueras – trampas improvisadas – que han colocado en la ciudad ”.

Leidy Laura tiene 24 abriles e hija de dos habaneros que le contaron lo vivido el 5 de agosto de 1994, cuando la antecedente golpe social sacudió las costas de la hacienda cubana en un hecho que se ha regalado a conocer como el Maleconazo. “Pero de ninguna modo, esto era mucho más magnate y estaba en casi toda la isla. Esa fue la prueba y esta fue la implementación «, dice.

«Esto podría volverse inhabitable, si la familia no puede salir a comprar comida correcto a los enfrentamientos y las barricadas en todas partes, nos moriremos de deseo porque nadie tiene reservas de nadie».

“Mi padre siempre me dice que esa vez estaba muy emocionado de que cayera la dictadura, pero han pasado casi 30 abriles y sigue en pie”, agrega con cierto pesimismo. “Ya había decidido que mi hijo creciera con cartilla de racionamiento y gritara en las asambleas escolares ‘Pioneros del Comunismo, seremos como el Che’, pero con lo que pasó el domingo no sabes, la esperanza ha vuelto”.

«Esto podría volverse inhabitable, si la familia no puede salir a comprar comida correcto a los enfrentamientos y las barricadas en todas partes, nos moriremos de deseo porque nadie tiene nadie en reserva», dice Viviana, quien dirigió un próspero negocio hasta que llegó la pandemia. Alquila habitaciones a turistas cerca del Prado en la hermosa ciudad de Cienfuegos.

No todo el mundo está satisfecho de esperanza. El miedo igualmente es rampante en la isla. Algunos temen que los excesos represivos del régimen aviven la hoguera del descontento y las protestas provoquen una conflagración civil. El presidente Miguel Díaz-Canel avivó esas llamas cuando dijo que «se ha regalado la orden de combate» y que están «listos para cualquier cosa».

“Este país ya estaba al borde de una crisis humanitaria y ahora con esto avanzamos más rápido con destino a el barranco. Si los organismos internacionales no nos ayudan, terminaremos cayendo como moscas ”, continúa Viviana. “Pero lo veíamos venir, ya estábamos sufriendo demasiado y los jóvenes son diferentes. Ya no creen las mismas historias, ni puedes convencerlos con historias del pasado ”.

Los «jóvenes» de los que deje Viviana han sido los protagonistas de protestas que apuntan precisamente al maniquí político que impera en la isla desde hace 62 abriles. A pesar de acontecer crecido bajo el adoctrinamiento más rígido, los jóvenes se sienten ciudadanos del mundo gracias a las nuevas tecnologías, tienen menos vínculos ideológicos y sienten que no deben nadie a los barbudos que bajan de la Sierra Maestra.

Los «jóvenes» son como Lucas, de 22 abriles, que no solo usa Facebook, Instagram y TikTok, sino que lleva meses refugiándose en hilos de Telegram y grupos de WhatsApp reflexionando sobre sus frustraciones. La protesta del domingo fue la primera vez que vio los rostros de amigos hasta ahora escondidos bajo avatares. «Nos conocimos y empezamos a cuchichear el mismo idioma», recuerda ahora del acercamiento en un rincón del judería habanero de El Coto. Desde allí partieron tomados de la mano por toda la calle San Lázaro. No tenían líder, no formaban parte de un partido de concurso, pero se convirtieron en la peso clavada en el corazón de un sistema mortecino.

Los jerarcas con su guayabera perfectamente estirada y panzas hinchadas no entienden que estos jóvenes con sus cuerpos delgados de largas caminatas y escasas raciones de comida no les tienen miedo. Llevan abriles burlándose de la retórica oficial y hace tiempo que no miran la televisión franquista para que la masa de información que prepara el Partido no les haga revelar. Son insensibles a los reproches que les garrocha la burocracia. Yo soy el futuro; mientras los policías que los golpean, los soldados que les disparan y las brigadas de emergencia que los atacan son sólo los vestigios de un pasado que se niega a fallecer pero que, igualmente, se irá.

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Nota del editor: este documentación se publicó por primera vez en el diario El mundo.

Nota del traductor: «Gusanos», es un término que eligió Fidel Castro para describir la primera ola de personas que abandonaron Cuba a posteriori de la Revolución, y desde entonces se ha trabajador repetidamente a cualquiera que no apoye al gobierno.

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